¿DE QUÉ NOS DEFIENDEN LOS EJÉRCITOS? 12 RAZONES, AL MENOS, PARA DESCONFIAR DE LO MILITAR.

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Fuente: Publicado por Utopía Contagiosa en el periódico semanal Es Hora.

En una reciente intervención del exministro de Defensa Eduardo Serra (Serra II, porque hubo un Ministro de Defensa Serra I, antes) con el conductor del programa Salvados, Don Eduardo argumentó, con la ranciedad de siempre, lo necesario que es el ejército para evitar agresiones a nuestra seguridad. Gracias a los ejércitos y sus incomprendidos sacrificios, sobrevivimos a desastres muy variados. Ello justificaba para el Ministro el hacer del gasto militar no solo un gasto importante, sino el más importante de los gastos.

Esta misma idea la ha defendido en el Congreso de los Diputados nuestro actual Ministro de Defensa, Pedro Morenés (lo cual no es de extrañar porque fue el Secretario de Estado de la Defensa en tiempos Serra II) y ante la Comisión de Defensa el actual Secretario de Estado de la Defensa, Pedro Argüelles el pasado 8 de octubre cuando explicaba la oportunidad de los actuales (y exíguos, según Argüelles) presupuestos de defensa y la necesidad de que sus aburridas señorías pensaran en aumentarlos en el futuro por el papel esencial de los ejércitos en defensa de nuestros derechos y existencia.

La insistencia militar en lo necesario de sí mismos nos ha hecho volver la vista atrás para comprobar si, efectivamente, han sido los ejércitos los que nos han sacado de los diversos atolladeros históricos y tanto los tenemos que agradecer o si, como nuestra malintencionada inclinación antimilitarista dice, va a ser todo lo contrario y no ha sido gracias a ellos, sino a pesar suyo, que hemos llegado con más o menos aspiraciones de mejora social hasta hoy.

Los militaristas nos suelen regalar los oídos con frases cortas, tipo consigna.  Tras ellas no va ningún razonamiento o dato que se pueda contrastar.  Simplemente nos dicen lo que, en resumen, quieren que recordemos, pero sin pensar.  Por ello, vamos a invitaros en las siguientes páginas a repasar algunos de los hechos donde se esperaba que el gasto militar hubiese valido para defendernos, pero que no sirvió para nada o que, incluso, empeoró la situación.

1.-  Los atentados del terrorismo internacional.

Nos hemos preguntado en primer lugar por el 11M, el atentado tan traumático del terrorismo yihadista en Madrid. Lo hemos hecho principalmente porque los interlocutores militares antedichos lo han traído machaconamente a colación para señalar que tenemos encima una amenaza y que ésta sólo puede ser atajada incrementando el gasto militar para que estos abnegados defensores nuestros nos defiendan de los malvados terroristas mientras nosotros nos tocamos la barriga.

Pues bien, ¿nos defendió de alguna manera el ejército, los ejércitos, de aquel acto tan brutal y generador de inseguridad para la población? A la vista está que no. Que no en absoluto. ¿Dónde estaba el CNI y el conjunto de espías militares, dónde estaba la inteligencia militar?  Es curioso que no fueron criticados por nadie, pero nos parece evidente que no hicieron bien su trabajo y que el dinero gastado en ello se dilapidó.

¿Dónde estaban los militares?  Ellos ni estaban ni se les esperaba porque por aquel entonces nuestros gloriosos ejércitos se encontraban en la obstinada idea aznariana de apoyar la invasión de Irak contra la mayoritaria opinión pública española que se manifestó reiteradamente contra la insensatez e inhumanidad de dicha guerra. Luego se demostró que no había armas de destrucción masiva y que lo que interesaba, sobre todo, era destruir Irak para controlarlo por las empresas estadounidenses y europeas, y para luego reconstruirlo y conseguir importantes beneficios. Tal vez fue precisamente la colaboración militar en aquella nefasta invasión lo que convirtió a nuestra sociedad en blanco de las iras de los terroristas, de modo que podría decirse que, muy probablemente el militarismo de nuestros gobernantes de antaño y la implicación del ejército en aquel conflicto provocó el que fuéramos considerados enemigos difusos y concretos en una guerra en la que nadie protegió a la indefensa (y de paso opuesta a la guerra) población madrileña.

Es más, ¿nos defiende de algún modo el ejército de futuras y similares amenazas?  ¿No es precisamente el mantenimiento de un caldo de cultivo en los países del Norte de África y del Oriente Medio por la imposición de políticas nefastas en las que, entre otros, nuestro ejército tiene un gran protagonismo, que condena a la desigualdad y a la frustración a sus poblaciones, la que nos convierte en un punto de mira para este tipo de amenazas? ¿No es la participación, pongamos por ejemplo, en el escudo antimisiles yankis la que hace que quienes se sienten amenazado por tal sistema de armas nos consideren blanco de sus iras?

2.-  Los 40 años de paz militar del Caudillo.

Tampoco puede decirse que nos defendieran los ejércitos, antes bien, parece que todo lo contrario, cuando el General Franco se alzó contra la democracia y la República legalmente constituida, condenándonos a una guerra civil con millones de muertos y un país que mandaron al garete. Ni menos aún después de la guerra, cuando el ejército sirvió de soporte al régimen militar que negó la libertad y la justicia al pueblo.

Nos han dicho a veces que aquellos militares sufrieron con abnegada resignación el nefasto tiempo de la dictadura y que se limitaron a cumplir órdenes, pero ¿se puede sostener sin rubor tal afirmación? ¿El ejército fue simplemente uno más de los afectados por el franquismo?¿No lo desmiente el exagerado número de militares que formaron parte de los gobiernos del régimen dictatorial, o el de cargos públicos militares, o el propio despliegue de las unidades operativas de los ejércitos a la salida de las grandes ciudades y en previsión de una revuelta del “enemigo interno”?

¿Que los militares actuales no son los de la era de Franco?  Bueno, en parte. Algunos ahí siguen, en activo o en la reserva con soflamas demasiado rancias para los tiempos democráticos que corren.  Muchos políticos y muchos ciudadanos hemos sido educados en el franquismo, en la dictadura, en el férreo control social. Y estas malas prácticas democráticas no se borran de un plumazo con la aprobación de la Constitución.  Aún hoy se pueden reconocer retazos e influencias del régimen dictatorial militar en la actual Constitución.

3.-  El ejército y el control social del enemigo interno.

Durante mucho tiempo el ejército tuvo un enemigo externo (el comunismo y los países del Pacto de Varsovia) y otro interno. Se nos consideró enemigos y se militarizó la sociedad española, se dispersaron las unidades militares no con el fin de defender las fronteras sino con el objetivo de suprimir las rebeliones democráticas en el interior de la nación.

Se militarizó la Guardia Civil con el fin de realizar labores policiales y de control social y político bajo una cobertura de policía aunque en realidad es un cuerpo militarizado hasta el tuétano.

La educación se concibió, también, durante muchísimos años, como una loa constante al militarismo y a sus valores asociados:  nacionalismo, violencia, obediencia ciega, autoritarismo, etc.

4.-  El terrorismo etarra y la cuestión del independentismo.

No se ha visto tampoco que la “solución militar” haya sido la que ha ayudado a resolver el problema del terrorismo de ETA y más bien puede decirse que el proceso entró en cierto grado de cambio en el momento en que se apartó al ejército del abordaje del problema y se movilizó la sociedad civil para promover cambios.  ¿Se puede argumentar con hechos que el ejército nos defendió del terrorismo etarra más que nos condenó a sufrirlo por el reiterado uso de la violencia de ambas partes? También es de resaltar que de poco les ha valido a los etarras el uso continuado de la violencia. Ningún ejército defiende en realidad nada más que entelequias. Parece que el uso de la violencia lo que hace es enquistar y polarizar los conflictos, impedir que entren en vías de diálogo, negociación y solución.

Las sociedades civiles vasca y española han sido las principales víctimas de un conflicto que sólo ha comenzado a entrar en una vía de creatividad democrática cuando se ha desmilitarizado.  ¿Deberíamos aprender de ello?

5.-  La actitud del ejército respecto a los derechos civiles.

Tampoco creemos que sea un ejemplo de defensa de nuestros derechos e intereses la participación del ejército como mano de obra para reventar protestas sociales y huelgas, como fue el supuesto de la militarización del conflicto de los controladores aéreos o, con anterioridad, la de los conflictos del transporte por trenes y metros, así como la legislación que permite que los ejércitos sean usados como esquiroles de conflictos sociales y laborales.

Por otro lado, ¿por qué permite una sociedad democrática que existan lagunas de democracia en los derechos humanos, políticos y sociales, y limita los mismos a los militares?  Claramente, por miedo. Por miedo a lo militar, a la institución que tantas pruebas ha dado de actuaciones antidemocráticas. Y estamos seguros de que muchas de las personas que son militares no son autoritarios o promueven la dictadura, pero nuestra democracia imperfecta les hace ser culpables, a las personas, de los errores de la institución y les castiga sin derechos fundamentales. Otro error que lo único que logra es agigantar la separación entre lo civil y lo militar. Con ello se logra la mutua animadversión y, a la postre, hemos obtenido que el mundo de la defensa sea meramente militar y que las asociaciones civiles y los ciudadanos de a pie les demos la espalda o miremos para otro lado.

6.-  Las intentonas golpistas.

Junto con ello, podemos decir muy poco bueno del ejército en el período de la transición y, en concreto, de algunos de sus sectores más obstinados que promovieron diversas intentonas golpistas, mientras que el resto dudó o, sencillamente, se sometió a la legalidad sin demasiado entusiasmo y mostrando siempre sus reticencias a los cambios que promovían la libertad democrática. No parece que pueda decirse al respecto que el ejército fuera uno de los actores impulsores de la democracia y de la conquista de los derechos por más que ahora se intente un lavado de cara apresurado de las instituciones castrenses.

La historia de golpismo de nuestros ejércitos a lo largo de los siglos XIX y XX no parece avalar la idea del esencial papel de los ejércitos, que nunca estuvieron a la altura requerida y si, casi siempre, a la altura del betún:  siempre se sucedieron, a un ritmo vertiginoso, las asonadas militares, los levantamientos, las rebeliones, los pronunciamientos, …

7.-  El Ejército, las colonias y el enemigo exterior.

Si ponemos nuestra vista mucho más allá, podemos preguntarnos en qué guerra o contienda de las varias en que se ha visto involucrada España desde que existe como tal, nos ha defendido el ejército o ha sido garante de nuestra libertad o soberanía. Según se lee en todos los libros de texto al uso, ya sean los de exaltación del nacionalismo español o los de justificación de otros nacionalismos, el ejército español no ha ganado ninguna guerra desde el nacimiento de ese ente abstracto al que llaman nación española, lo cual ofrece muy elocuente prueba de la eficacia de la solución militar para resolver conflictos tanto de índole militar como civil.  Este solo hecho de la ineficacia militar ante lo que es su función principal, supuestamente, la defensa ante el enemigo externo, nos debería obligar a hacer un análisis pormenorizado y crítico con una institución que se ha mostrado siempre inoperante e ineficaz.

Tras las múltiples derrotas se han echado balones fuera y se han repartido culpas a los políticos, a la desafección social, al poco apoyo económico, a un sinfín de factores. Sin embargo, no se ha puesto en tela de juicio a la institución militar cuando parece claro que los fallos no han sido de aspectos concretos, sino del sistema militar y violento en sí.

Por otro lado, las intervenciones coloniales de los ejércitos españoles durante el siglo XIX y XX fueron poco ejemplares, y ello sin contar las carnicerías promovida por los oficiales africanistas en Marruecos y el lanzamiento despiadado de gas mostaza sobre la población rifeña, o el brutal trato dado a los rebeldes por generales como el sanguinario Franco y otros.

Tampoco defendió el ejército español de manera satisfactoria la apuesta por la autodeterminación de la antigua colonia del “Sahara Español” ni los derechos de los saharauis, hasta entonces oficialmente españoles, cuando un grupo de personas unidos en una marcha noviolenta de orientación nacionalista marroquí (Marcha Verde) derrotó al ejército colonial, que demostró la ineficacia militar frente a la noviolencia y, de paso, dejó tirada a la gente que habitaba aquella zona, desentendiéndose de su futuro y de sus compromisos.

¿Qué ocurre con el conflicto de Gibraltar, tan importante para el nacionalismo españolista?  ¿Se ha avanzado algo con tantos años de militarismo?  Nada.  Nadie duda hoy en día que el uso de la violencia en este tema, si es que la solución que requiere tiene que ver con la soberanía,  sería una locura y contraproducente. ¿Qué aporta el militarismo de positivo en este conflicto internacional tan importante para las elites del Partido Popular?  Nada.

8.-  El militarismo y el diezmo institucionalizado.

Del mismo modo debemos recordar y censurar el papel del ejército como institución de adoctrinamiento de la juventud y del mantenimiento de un servicio militar obligatorio que se impuso durante toda la dictadura y gran parte del periodo postfranquista posterior, hasta 2001 en el que por la lucha antimilitarista de los objetores, insumisos y luchadores de la paz se consiguió la abolición de la conscripción, esa lacra que lejos de defendernos servía para maniatarnos.

En este caso, el servicio militar no fue sino una injusticia que causó el secuestro absurdo de generaciones de jóvenes y el dolor desmesurado de toda una sociedad hasta que, por fin, logramos quitarnos de encima este enemigo público.  En este tema, el ejército no sólo no nos defendía, sino que para miles de familias españolas era el enemigo.

No podemos dejar de recordar los muchos casos denunciados de malos tratos en el ámbito militar, entre los que podemos recordar las innumerables noticias publicadas en los medios de comunicación referidas a discriminaciones por la orientación sexual, religiosa o ideológica, las novatadas, agresiones, uso privado de soldados por parte de los mandos, abusos, y un largo etcétera que no nos permite ver al ejército como un defensor denodado de nuestros derechos y libertades, sino como un ente que ataca a los derechos y libertades de los ciudadanos.

9.-   El ejército y el medio ambiente.

Tampoco parece ejemplar la defensa por parte del ejército de la sociedad a la que se supone que sirve si tenemos en cuenta las opiniones de algunos oficiales al respecto de las orientaciones soberanistas de algunos de los territorios del Estado.

Por otra parte, también son frecuentes las noticias relativas a ejercicios militares en sufridas poblaciones donde las “maniobras” han llevado a perturbar la paz ciudadana, cuando no a escandalosas detenciones de ciudadanos y ediles en el pasado de la tardotransición, o las maniobras militares llevadas a cabo en Elgueta (Guipuzkoa) para celebrar el 75 aniversario de la toma del pueblo por el ejército de Franco, o la más reciente llevada a cabo por aviones de combate F18 sobrevolando a menos de cien metros de altura la comarca de Berguedá y el espacio natural de la Sierra de PIancel.

No podemos entender como parte de nuestra defensa los desastres producidos por la actividad militar y sus continuos entrenamientos en zonas de alta importancia ecológica, como los incendios que tuvieron lugar en el monte Teleno en 1978, el de 1988 con motivo de la conmemoración de la pascua militar, y otro similar producido en el campo de tiro del mismo monte en 2005, o el producido en Cerro Muriano en 2007, o los de Chinchilla y San Gregorio del 2009.

Tampoco podemos considerar parte de esa defensa de nuestros intereses la acumulación para usos privados y prohibidos al resto de los ciudadanos de una red de espacios naturales en poder de los ejércitos, donde, entre otras cosas, se realizan ejercicios y prácticas militares que contaminan, deterioran y malogran nuestro patrimonio natural.

Especial preocupación nos produce la noticia de la militarización de facto de los Parques Nacionales # porque no se puede valorar que los intereses militares están por encima del respeto y buen uso de la naturaleza, como alega el Tribunal Supremo, todo en aras de la defensa nacional  ¿Qué defensa, podríamos preguntar, qué es lo que quiere defender el Tribunal Supremo, la ecología o los privilegios militares?

10.-  El ejército y la desviación de recursos desde lo socialmente útil a lo militar.

Pasando al capítulo económico, el ejército ha consumido en la última década y supuestamente para nuestra defensa un mínimo (el reconocido por los propios presupuestos del Ministerio de Defensa) de 85.949 millones de euros (más de 14 billones de pesetas) y nos ha dejado una deuda acumulada e impagable por la adquisición de equipos de armas innecesarios de más de 31.000 millones de euros. El gasto militar total en esta década, según diversos expertos en el seguimiento del gasto militar, puede multiplicar por tres, en realidad, los gastos imputados al Ministerio de Defensa. Podemos preguntarnos si se justifica este gasto militar tan abultado y que, necesariamente, ha privado de apuestas de desarrollo de derechos que, paradójicamente, han sido constantemente recortados y agredidos por las políticas neoliberales sin que nadie nos defienda de este despropósito.

El ejército es poseedor de uno de los patrimonios inmobiliarios más extensos de la península y el principal terrateniente, generando a menudo litigios y problemas con los pueblos donde tienen asentados sus reales, lo cual no parece que pueda ponerse como ejemplo de defensa de nuestros derechos, ni del pueblo al que debe servir, y mostrando, en una tremenda e interminable campaña de venta de patrimonio y especulación, su inmensa voracidad e insolidaridad, pues los ingresos de sus enajenaciones no van a sufragar necesidades sociales evidentes, sino que se van a destinar a más gasto militar.

No queremos obviar la casualidad de que gran  parte de las cúpulas políticas de los ministerios de defensa recalen al fin de su mandato o procedan entes de este de las industrias militares, porque el ejército, como se ve, no es un perjuicio para todos y tiene sus beneficiarios.  ¿Es que en realidad existe una especie de consorcio de intereses merecedor del nombre de complejo (más bien cortijillo) militar industrial español?

Ante la naturaleza de las inseguridades y riesgos para la sociedad española, que más bien tienen que ver con el desigual reparto de riqueza y oportunidades (no en vano según diversos informes internacionales publicados recientemente España es el país más desigual de Europa), con el paro y la desprotección social de amplias capas de nuestra sociedad que amenazan la propia cohesión, con el crecimiento desmesurado de la pobreza y los riesgos de índole ecológico, y que poco tienen que ver con el enfoque militar de los problemas nos parece legítimo preguntarnos si la opción por cañones es compatible, como dicen los militares, con la de mantequilla o si, como pensamos tantos, lo militar parasita a la sociedad y el desmesurado gasto militar implica un derroche y la pérdida de verdaderas oportunidades de defender lo que verdaderamente le interesa defender a la gente y es ético defender.

También nos parece necesario el trato privilegiado que se le da a la industria militar.  Ella recibe créditos a interés cero mientras que las industrias civiles han de pagar onerosos intereses.  Además, la industria militar se privilegia de otros tratos injustos que hacen que sea una de las pocas industrias que actualmente, en este contexto de crisis económica, tiene una cierta seguridad de pervivencia porque el Estado (ya sea por un gobierno del PP u otro del PSOE) se ocupa de hacerle de agente de ventas internacionales.

11.-  El militarismo y la geopolítica internacional.

Por otra parte, consideramos que existen personas y naciones que se sienten legítimamente perjudicados por nuestro sistema de defensa y que ven en nuestras fuerzas armadas no un amigo, como nos dice la publicidad engañosa del día de la hispanidad, sino un enemigo que atenta contra su seguridad e integridad.

Nos podemos referir así a los “beneficiarios” de una geopolítica que tienen en la OTAN (y con ello en nuestros ejércitos también) el brazo armado del mantenimiento de un status quo injusto y que condena a la muerte a millones de seres humanos para que los de aquí vivamos mejor. Los países agraciados con nuestra intervención militar han visto devastadas sus infraestructuras, han sufrido enormes pérdidas de vidas humanas, han perdido gran parte de sus recursos naturales y de sus oportunidades de futuro, lo cual no puede ser calificado, precisamente, de ayuda humanitaria ni de construcción de paz alguna.

Nos podemos referir así también a los pueblos que sufren a tiranos que compran armas a nuestras industrias militares.

Nos podemos referir así a los usuarios de nuestra seguridad militar allende la fronteras españolas que han tenido que padecer a nuestras tropas de injerencia militar y sufrir el enfoque militar y la militarización de conflictos irresolubles desde la óptica militar (Afganistán, Líbano, etc.).

12.-  El militarismo y la apuesta decidida por la falta de democracia y de transparencia política.

Como venimos denunciando reiteradamente en estas páginas, el ejército, los militares, y los políticos militaristas y violentos han apostado desde siempre porque los temas militares carezcan de transparencia política y democrática:  el máximo ejemplo de ello es la aprobación continuada de las Directivas de Defensa Nacional sin información y debate previo al Congreso.  Otro ejemplo igualmente preocupante es la, cada vez mayor, ocultación de diversas partidas militares en otros ministerios (Industria, Exteriores, Interior, Agricultura, Casa Real, etc.)

Conclusiones.

  • El modelo militar ha fracasado y su balance es nefasto: no sirve para defender derecho alguno, sino para acabar con todos y consagrar una lógica mundial de injusticia y violencia.
  • El modelo militar es generador de violencia directa, estructural y cultural y, hoy por hoy, uno de los primeros, si no el primer, garante de un mundo injusto.
  • Nuestros políticos, en general, son corresponsables de este estado de cosas.

No vivimos en un mundo de ángeles y no aspiramos a una paz engañosa donde todos seamos buenos. De hecho la existencia de hombres malvados se corrobora todos los días y la perpetuación de un sistema de dominación y violencia en el que el ejército tiene un papel protagonista es un claro ejemplo. Por eso pensamos que abordar la conflictividad humana de una forma realista y no engañosa implica abordar el problema de las violencias estructurales y culturales y apostar por su transformación. Hay que acabar con la maldad y ello implica, realistamente, desmilitarizar la defensa y desarrollar estrategias de cooperación y noviolencia, desarmar la lógica de las armas, desaprender las guerras.

Y ello, principalmente, porque la pretendida opción de paz basada en ejércitos ha traído a la humanidad más de 90 millones de muertos en guerras en el Siglo XX y lo que llevamos de siglo XXI, y sin contar con los “daños colaterales” en heridos, lisiados, violados, daños medioambientales, daños a infraestructuras, hambres, etcétera, así como los muchos más millones de daños en la fase de preparación de la guerra.

Precisamente por eso podemos decir que los ejércitos no son ni pueden ser instrumentos de paz, lo que no quiere decir que no sirvan para nada porque, como hemos visto, sirven para los intereses de unos pocos y son parte de nuestro verdadero enemigo.

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