Discurso de Unamuno ante la barbarie representada por Millan Astray

Durante la guerra civil española, en la celebración del 12 de octubre en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, el profesor Pemán, uno de los próceres del fascismo, inició un discurso ultranacionalista y de corte fascista, que fue respondido por el también profesor Maldonado en tono no menos desafiante. En medio del delirio, el General Millán Astray, un lisiado de guerra que fundó la legión y que comulgaba con el ideario fascista y que estaba presente, hace una exhibición de la puest en escena falangista con los grutos atavicos de España una, España grande, España Libre y demás folclore. A esto contesta Unamuno, rector de la Universidad, con un discurso que ahora transcribimos. Dicho discurso fue contestado por el general Millán con el famoso grito de viva la muerte, abajo la inteligencia. Ante el escándalo tienen que sacar a Unamuno de aquel reato de bestias. Más adelante morirá en su casa.

Este es el discurso, tan actual ahora como entonces.

«Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso -por llamarlo de algún modo- del profesor Maldonado, que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo , lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en  Barcelona. Pero ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito «¡Viva la muerte!» y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor.»

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